jueves, abril 22, 2010

Comprendiendo una asana







Una clase es una sucesión de asanas, todas ellas hermanadas para equilibrarse y compensarse, para apoyarse y ayudarse, para dar un sentido a ese momento, para crear unas circunstancias mentales, emocionales, físicas y energéticas que nos hagan sentirnos de un modo. Hay una calma según vamos realizándolas, y en el savasana, al final, hay mayor claridad. Hay un cambio permanente, hay una escucha a un sentir interno, hay una aceptación de la realidad que se muestra en ese momento. Hemos ido de un sitio a otro, ha habido un viaje.

Asana me lleva hacia el conocimiento de mi centro; buscando que las partes dialoguen y se entiendan me comprendo, pues entre ellas se equilibran, y al mostrarme al desnudo internamente, me deshago de aquello que me pesa y no sirve. Me permite amarme al verme y aprender a equilibrarme, y al aprender a amarme, aprendo a amar al otro. Y aprendo a amarme, entre otras cosas, porque no me violento en asana, sólo me descubro. Descubro el amor a la vida en el instante. La totalidad del momento. Una flor que brilla, el agua que corre, una mirada, o un cielo inmenso.

Aprendo que no soy competitivo, y veo lo mecánica que es dicha cualidad, entonces descubro que, al eliminar tanto esfuerzo reactivo, elimino tensiones y todo ocurre porque todo va encajando, sin dramas ni energías perdidas.
 
 Desde que empecé la práctica de yoga, el sentido de lo que es una asana ha ido abriéndose, expandiéndose. Es como un espacio sin fin donde se va comprendiendo, encajando.

Y al estar desnudo en la esterilla y según practico, veo los despojos, no puedo esconderme a la sinceridad de lo que soy, y me doy cuenta de que hay más luz, que no vale la pena jugar a lo que no soy. Me entrego a la celebración de la vida con todo lo que conlleva, voy y soy, estoy siendo, no fui. No anhelo lastre,  sintiendo soy brote que me adapto, no hoja caduca y reseca, y lo acepto con la mirada de frente.

Y la suavidad es densa, también ligera, pero es una densidad que sabe a agua, y es Eolo, el dios del viento, el que se mueve dentro de mi ser reconfortándome.


Asana es vida y es comprensión, seguiremos hablando de ella.
 
 
 
Artículo escrito por Carlos Serratacó
Huelva, Abril de 2010

martes, abril 13, 2010

y qué, carajo


Y qué si vivo en el campo
Y qué si huyo de las comodidades
Y qué si soy sensible a lo que me rodea
Y qué si no te doy lo que quieres
Y qué si me gusta mi silencio
Y qué si no soy la imagen que te proyectas de mí
Y qué si amo a los animales
Y qué si tú crees que no te amo tanto a ti
Y qué si disfruto de mi soledad
Y qué si estoy aprendiendo a decir te quiero
Y qué si me enternezco con nada
Y qué si no me gusta que me sujeten
Y qué si me gusta tener espacio
Y qué si nunca nadie me ha puesto brida
Y qué si soy quien soy y no lo que tú crees
Y qué si no me gusta juzgar, sino observar
Y qué si me gusta relamerme en la arena
Y qué si le meto tierra a la cama
Y qué si me tropiezo con todo
Y qué si mi cuerpo se mueve con cualquier música
Y qué si soy curioso
Y qué si me apasiona amar
Y qué si mi yemas te recorren
Y qué si dejo que tu tacto me averigüe
Y qué si nos miramos sin miedo sonriendo

Y qué si yo te acepto, acéptame, carajo.


Porta-"En boca de tantos"
http://www.youtube.com/watch?v=GxDJ-tE4sEQ

domingo, abril 11, 2010

Jugando a Rayuela


Semana sensible que acaba con el curso de formación de yoga, fin de semana pleno trabajando a fondo entre todos, observando que pasan los meses y seguimos ahí a pesar de todas las dificultades, avanzando en nuestro crecimiento. Sólo cabe admirar tanta entrega por parte de los alumnos y agradecerlo profundamente, pues el camino está lleno de baches, pero es tanto lo que recogemos… Es el juego de la Rayuela, jugamos felices sin desfallecer siendo conscientes del sacrificio y del cansancio, pero estamos ahí, en grupo, riendo y disfrutando, lamiéndonos las heridas si hace falta, pero a flote.

Domingo noche, noche muy oscura sin luna, oyendo ópera me viene una y otra vez “Rayuela” de Cortazar, uno de sus capítulos, un esbozo, una fragancia. Lo busco hasta encontrarlo, lo leo varias veces, y me apacigua.


Capítulo 7 de Rayuela, de Julio Cortazar


“Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella.


Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua”.

Joe Cocker - You are so beautiful (nearly unplugged)


viernes, abril 09, 2010

La calma andante




Esta semana preguntábamos en clase que entendíamos por la calma, un término que parece ir perdiendo peso y significado ante otras palabras o frases como estrés o no tengo tiempo. Normalmente las respuestas implicaban que teníamos que controlar algo, ya sea mis emociones o mis actos o mi pensamiento.

No creo que el yoga implique controlar algo, más bien “reconocerme”, más bien “observarme”, más bien “sentirme”, y de ahí podemos ir descubriendo la semilla de la calma, una semilla, que una vez descubierta, se la va alimentando de lo que le demos, y nos daremos cuenta como crece sin pausa, floreciendo y regando nuestra vida.

La pregunta de la calma surgió el otro día, pues baje muy pronto a la ciudad, y andando por las calles casi vacías observaba a las personas corriendo, con prisa; observaba mandíbulas apretadas y la boca cerrada en un rictus de tensión. Miraba los coches y veía a la gente con las manos en la parte alta del volante, con los brazos agarrotados. Posiblemente no nos demos cuenta de todo ello, de esas tensiones, tampoco seremos conscientes que todas esas prisas que se somatizan en el cuerpo, ni que nuestra respiración y ritmo cardiaco no guardan un equilibrio. Y mentalmente no estamos ahí andando o corriendo, estamos en otro lado, estamos en un lugar que no es donde nuestros pasos van en ese momento, estamos en la lista interminable e infinita. O estamos en aquello que no hicimos ayer. Nuestra mente es un volcán.

Y el presente siempre es fresco, visible como un rosa, su fragancia te invade si estas atento.

Pero no es posible estar atento no teniendo cierta calma, cierta capacidad de pausa.

Entonces la calma surge cuando me doy cuenta de lo que soy, no de lo que creo que soy, no soy ficción futura ni lastre del pasado, me encuentro menos condicionado, y ese centro de lo que soy es tranquilo, también me doy cuenta que la vida es imprevisible, y ahí realizo una simbiosis con esa vida, y del equilibrio de ambas, se amplía ese espacio de calma.

¿Significa esto qué siempre estoy en calma, y que no pierdo los nervios o qué no me siento invadido por el stress?, en absoluto, simplemente significa que sabes que hay un lugar fresco, significa que sabes que hay tormentas, que llueve y que luce el sol, significa que observas en un estado de ser todo ello, que tienes un lugar donde asentarte, un caminillo donde hay candil para ver por dónde vas.

Entonces mi cuerpo, mi respiración, mi mente, mis emociones se van equilibrando y la calidad de mi vida mejora y me doy cuenta que puedo parar cuando desee porque en esa vuelta a estructurarme he ido aprendiendo a sentirme y a sentir, a reconocerme y a ver.




 
Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva

La densidad luminosa



Siempre he pensado que si las cosas no iban bien, era porque algo no iba bien dentro de mí, de que no era capaz de interpretar correctamente la realidad, de que algo no estaba claro y ello creaba densidad, y por tanto mis actos no eran tan lucidos o claros o correctos, y por tanto sus consecuencias no se correspondían de un modo equilibrado con el acto, y había cierto desequilibrio. Nuestros actos generan vectores, los hay positivos, los hay negativos, el truco es tratar que quede más semilla del primero que del segundo, pero ambos se alimentan y se nutren.

No es cuestión de culpas, es cuestión de actos.

Ahondando en la densidad se descubren rutinas, que se reiteran una y otra vez desde el inconsciente. Reflexionaba entonces sobre aquellas rutinas que surgen a pesar de estar alerta, de estar atento, de estar presente. La reiteración de todo ello crea un vaho que cubre con su capa la realidad, y aunque tú crees que todo va bien y es correcto, no es así. De algún modo esa capa de reactividad reiterada te agarra y te aprisiona, y toda la realidad presente queda contaminada y pierdes cuotas de libertad interna. Crees estar haciendo lo correcto pero no es así, y hay algo dentro que te dice que por ahí no vas bien, pero la capa te ciega y sigues como un buen becerro, para adelante y sin levantar la cabeza de tanto comer hierba.

Por otro lado la vida en sí, el mundo tiene su desorden hermoso y por más que queramos, o que creamos o que pensemos que las cosas son de un modo, ocurren del modo que tienen que ocurrir independientemente de la etiqueta que le pongamos. Uno cree algo pero es mentira, es sólo su interpretación, la vida sigue su vida y su ritmo, ¿porqué querer aprehenderlo?

Tendemos a dramatizar, a que cada supuesto problema sea un drama, y ahí toma las riendas un ego protagonista que se alimenta de cualquier historia donde sea el rey.

Todos estos factores se unen y surge esa densidad, unas veces no se hace tan tangible, tan espesa, y permanece ahí escondida esperando a mostrarse o mostrándose y condicionando nuestra actuación, y otras nos cubre por entero y somos plenamente conscientes de ella.

Otras veces todo es más claro, las nubes se han apartado, hay más luz, e intuyes que es así, te lo dice el abdomen, el hara. Te lo dice tu piel, tus poros. Tu circunstancia vital se torna luminosa desde una profunda paz.

Sólo se me ocurre nadar en la densidad, otras veces nadar en aguas más claras, respetar a mis sombras, reconocerme en todo ello, y dejarme llevar, no resistirme, no apalancarme, fluir y fluir, observar, aprender a nadar, e intentar ser mejor persona, y aprovechar los rayos de sol para sonreír a la vida, y no dejarme ahogar por la lluvia ni el vaho. Y si llueve mucho, salir a bailar a la luz de la luna y aullar, es lo mejor, aullar en un alarido interminable de libertad.

La Union - Lobo hombre en paris (en vivo)

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