viernes, mayo 21, 2010

El herrero del corazón


Andando por unas calles medievales, me encontré con un herrero. Desde niño los tenía mitificados, me resultaba sorprendente poder manejar de tal modo la materia, y en mi alma de niño soñaba con forjar la espada de Conan, el Bárbaro, que era uno de mis cómics preferidos, y ser un guerrero invencible amante de la aventura, de las buenas acciones y de las princesas deslumbrantes.

Y siendo niño organizaba batallas donde colocaba a mis huestes para tomar árboles fortificados, pequeños fuertes rodeados de fosos, luchando con los otros niños guerreros en un juego sin fin que duraba hasta que anochecía.

Según fui creciendo, el espíritu del guerrero se mantuvo a lo largo de mi vida.

Y llegó un día el yoga para atenuar tanta energía, y elegí el yoga del guerrero, el yoga fuerte, el yoga duro, el yoga espartano y durante años me forje ahí.

Pero algo no iba bien, busqué un yoga más femenino, más ying, no tan yang y me inundé de él.

Pero seguía sin encontrar el camino adecuado.

Y un día, en un taller de yoga de artes plásticas, allá en las montañas de Barcelona, me desnudé y elegí ser pintado plenamente, íntegramente, fue una catarsis esas horas pintándome. Y desde lo alto del monte donde me pintaban, ya completamente convertido en un guerrero de colores, bajé silenciosamente y con paso majestuoso, pero humilde pues había comprendido, hacia la Masía donde estaban todos los compañeros.

Luego, por la noche, mi amigo Manolillo durante horas me fue quitando la pintura con agua caliente. Yo seguía silencioso, en catarsis.

Y comprendí que era un guerrero pero la fuerza radicaba en mi corazón, no en el esfuerzo, en esa energía tan tremenda que desde niño, durante mi adolescencia y madurez, me llevaba a subir la piedra una y otra vez como Sísifo a lo alto de la montaña, para volver a dejarla caer.

Y el yoga me va mostrando ese camino del guerrero donde el campo de batalla es interno, donde la espada no mata, sino que da luz, donde la fuerza es la fluidez de tu comprensión, donde tus sombras son tus compañeros no tus enemigos. Donde el día y la noche se confunden y se alimentan, pues ambas son claridad y oscuridad de lo que eres.

Y donde el corazón es el eje, el faro para darte cuenta que no hay batalla, hay camino. Donde no hay ni fuerza ni suavidad, sólo hay momento presente de sentir.

El herrero da calor para modelar la materia. La práctica, y sólo la práctica constante, nos purifica limpiándonos de aquello que no sirve, abriendo los poros de la piel para que suden las rutinas de lo que no somos, dando calor y disciplina interna para asentar y flexibilizar, para ceder, encajar y fluir y no luchar, para desgastar sólo aquello que exige el equilibrio, y nos dota de espadas convertidas en arados para arar la tierra y plantar semillas de paz para abrir sonrisas y corazones.




Nach - El camino del guerrero






3 comentarios:

Unknown dijo...

Ver "Ghost dog,el camino del Samurai",de Jim Jarmusch.

Carlos Serratacó dijo...

recibidoooooooooooo
si la tienes cuando nos veamos me la pasassssss

Carlos Serratacó dijo...

recibido
me la pasas en cuanto nos veamosssssssssss

baby

vivan los blues brother

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