martes, diciembre 27, 2011

El burro Mariano y las estrellas fugaces



Hace dos semanas cuando llegué al campo por la mañana sentí que algo no iba bien. Al subir hacia el pajar me encontré con que Mariano estaba tumbado. Se había acostado por la noche, y ahora con el sol de la mañana no se podía levantar; pensé en el frío, que había empezado ya, y que el frío le impedía levantarse. Mariano ya era "mayorsito" y tenía sus achaques.

Le intenté ayudar, por un lado y  por otro, buscando la mejor posición, pero no podía ponerle en pie, se quedaba de rodillas. Le até una cuerda, y anudé la cuerda a Coquelico, la burrita, y tirando Coquelico y yo intentamos levantarle. Pero nada.

Volví a Huelva para las clases de yoga. Acabé sobre las 11 de la noche, así que me volví a subir al campo. Acerqué el coche a Mariano, le até varias cuerdas, como si fueran telas de araña, envolviéndole para ayudarle a erguirse. Nada, no podía. Así que le tapé muy bien con mantas para que la helada de la noche no le hiciera daño.

Y  de nuevo hacia Huelva, la noche era inmensa, casi no había estrellas, al salir de casa  una luz rasgó la noche: una estrella fugaz, pedí un deseo, y seguí avanzando por el camino de tierra, y ví otra estrella fugaz, y repetí el deseo.

Y avanzaba hacia Huelva, y sucesivamente cayeron del cielo cinco estrellas fugaces. Me dije: "joder que casualidad, justo hoy". Medité sobre ello, pero no encontré respuesta.

Y repetí los deseos y anhelos, todos centrados en Mariano.

El viernes por la mañana volví, Mariano seguía tumbado. Se encontraba bien, salvo que no podía levantarse. Le dí de comer, de beber con una regadera, y salí en busca de ayuda.

Nadie me quiso ayudar a levantarle:

-Está viejo, para qué le vas a levantar -me decían unos y otros- déjalo que se muera.

Pero a pesar de que sabía que Mariano ya estaba viejo, tenía que ponerle en pie, era mi amigo, así que si nadie me quería ayudar, contrataría a cuatro personas para levantarle.

Y así lo hice,  y entre los cinco lo levantamos, y bajé a Mariano a la pradera, y le dejé pastando de pie.

El sábado por la mañana, al verle de nuevo, ví que estaba tumbado, me acerque a él y me senté a su lado, y así estuve, hablándole: de nuestras aventuras de estos años, de nuestro modo divertido de cabalgar, agradecí su paciencia con mi inexperiencia, su paciencia con Coquelico, agradecí su compañía, su alegría, su saber estar; y le miraba a los ojos, y él me miraba, con esa mirada profunda e insondable, pero llena de comprensión hacia lo que nos decíamos.

-Mariano me tengo que ir, te voy a dejar bien tapado, y sé que no vas a poder, pero deseo que puedas levantarte de nuevo.

Y me marchaba, y él me llamaba moviendo las patitas y las orejas desde el suelo, y yo volvía y le volvía a acariciar. Así jugamos varias veces, un juego simbólico de vida y muerte, de amistad y realidad.

Llamé al veterinario, me dijo que no había solución y el domingo por la tarde quedé con él.

Esa noche soñé que iba por el centro de Sevilla con Mariano, cerca del Parque María Luisa, los dos tan panchos, contentos de ir mano a mano juntos, mirando la gente, los carros tirados por caballos, en una estampa del XIX.

Al día siguiente, el veterinario tras ponerle la inyección se quedo en silencio. Los dos estábamos cabizbajos, y yo acariciando a Mariano, le dije al veterinario:

-Sabes, el campo me ha ayudado mucho a comprender la realidad, es dura.
-Cuanto más campo, más realidad Carlos.

Nos dimos la mano, y han pasado varios días, y sigo llevando el corazón de Mariano ahí dentro. Y ha sigo un año duro en este aspecto, pues hace un año deje el campo por motivos de salud para volver a la ciudad tras 18 años campestres, y a pesar que he venido casi diariamente a la granjita, ellos han notado mi ausencia de un modo brutal, y han ido marchándose como estrellas fugaces,  en ese universo que creamos juntos, siempre acompañándome en una entrega plena.

Cada uno se forma su universo emocional, y la verdad, he sido muy feliz en el mío, ahora va cambiando y se abren otras puertas, otros universos y otros sentires, y estoy contento y sigo feliz pues han sido unos años maravillosos, y yo sigo ahí con Coquelico y el Prana y Thor y Azabache en la realidad del campo, y con mis arbolillos y las gallinitas, oliendo las margaritas, y  ahora sueño que cabalgo con Mariano por los campos, con Poirot, con la Neska, con el Chico, con Buck, con Leonsito, con Platero.


¿Quién no es una estrella fugaz?
¿Un halo en el firmamento?
¿Una flor, una fragancia?
¿Un sentir, una caricia?




Eliane Elias-「Movin' Me On」 


4 comentarios:

Anónimo dijo...

lo siento....

Peter Wash dijo...

Jopé, guruji, vaya racha que lleva usted. Mucho ánimo, ya sabes que la mente es nuestra mejor arma!!

Mati dijo...

UN ABRAZO, lo siento

Carlos Serratacó dijo...

gracias por to,el marianito está ahí, comiendo en las praderas.

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