martes, diciembre 22, 2015

El sentir que respiras



 El sentir que respiras


posted 22 de diciembre del 2015

Mi visión del yoga la he ido mostrando estos años mediante las clases, los retiros, la formación, o en los cursos para profesores, y todo ello lo he ido escribiendo en el blog. Hay comprensiones que van cambiando, pues yo voy cambiando; el aire fluye,  también lo que soy. Las estaciones vienen y se van, igualmente lo que siento.

Mi enseñanza de yoga se basa en un yoga al que cualquier persona puede acceder, sin que haga falta que tenga flexibilidad, condiciones excepcionales de algo, o cualquier aptitud especial. Suelo comentar las siguientes palabras cuando me preguntan por las clases:

-Solo te hace falta constancia y paciencia, nada más. Vas aprender a respetarte, a verte, y eso es algo muy bello. 

El yoga no es una competición, tampoco un juego de posturas donde la base es forzar. Esa es mi visión del yoga, y según ahondo y profundizo -pues vivo en yoga-, más siento lo que comento como una de las bases de una clase de yoga, o de cualquier acto de mi vida.

Pues recordemos, la asana o postura es lo que soy. Me muestra entero, de cabo a rabo. Y la labor del profesor es direccionar al alumno o la alumna hacia un estado de equilibrio, y ello supone una responsabilidad. Para ser responsable hay que comprender que el yoga nos muestra cómo ser responsables de nosotros mismos, y más si eres profesor.

Y la clase, ¿qué es una clase? Pues lo mismo, un reflejo de lo que eres. Un reflejo de la vida que habita en ti, una transmisión de una sensibilidad, un estado de ser, del tempo de la vida.

Difícilmente me declaro competitivo, o no me veo jugando a ser tenso con los límites. A mí me llena sentir, sentir la vida, sentir la postura, sentir la clase, sentir mis desequilibrios, sentir cómo me equilibro.

Para sentir es importante conocer qué significa la pausa.

La pausa es la capacidad de detenerme y verme, sentirme. La pausa implica silencio interno. Y la propia progresión de una clase nos va llevando a la calma y al silencio, Entonces, eso que siento he de absorberlo, saborearlo bajo las bases de la pausa.

Así va naciendo la escucha, que es escuchar más allá de la mente bajo unas determinadas condiciones de introspección; cuando convive con nosotros, la escucha se convierte en un estado de percepción, de uno y del mundo.

Cuando descubro con asombro -sí, sí, todavía queda asombro en uno- que lo que siento, ese sentir, es tan mágico como real, voy introduciendo esas pautas, ese sentir, ese silencio, esa calma en mi vida cotidiana, y me doy cuenta que mi vida cambia hacia lo mejor de mí.

Pues el sentir es un vector cuya dirección ha de ser el corazón, y aquí entra la labor del profesor.

El sentir quita protagonismo al ego y eso es importante. El ego es indispensable, pero tiene su lugar. Somos más que ego. Y un camino para darnos cuenta de ello es abrir paso al sentir.

Claro, el sentir te hace sentirte abierto y eso da miedo a veces. Pues si estoy abierto soy vulnerable.

El sentir abarca todo el espectro, no es ni bueno ni malo, es como la gama de colores de un arco iris tras una lluvia suave mientras luce el sol.

Ah, pero el camino es ese. Sentir es ser vulnerable, es una fragilidad que no es derrota, es sentir.

Sentirme, amarme, fluir, aceptar... La práctica de ello te da una fortaleza que no tiene fin, porque estas en ti sintiendo, y no hay tanta mente creando situaciones de cerco. Si no hay fin, hay todo. Y si todo está ahí fuera y encima vive en ti, el viaje resulta maravilloso.






Artículo escrito por Carlos Serratacó




lunes, diciembre 21, 2015

Cultivando el amor o modos de enraizar ahimsa o la no violencia


Cultivando el amor o modos de enraizar ahimsa

posted 21 de diciembre del 2015

"El amor cura".

"Artículo dedicado a todos los refugiados, a su interminable andar, a su valentía, a su búsqueda.
Refugiado, no eres refugiado, eres familia, eres hombre, eres mujer, eres niño, eres niña".


Si nuestro cuerpo, nuestro espíritu, nuestra mente fueran un templo sagrado que requieren el mayor respeto, o un jardín hermoso que solicita las mayores atenciones, ya habríamos ganado el primer paso para enraizar la no violencia o el amor.

Es el roce con lo íntimo de uno lo que nos va abonando las condiciones. De ahí, si ese roce tiene la dirección adecuada, el sentido profundo correcto, surge el sentir. Sentir es que siento, despierto mi sensibilidad, la despierto poco a poco desde lo profundo. Ese sentir me da comprensión de mí, y del mundo. Lo externo deja de ser tan agresivo, tan tenso, tan fragmentado, pues la sensibilidad te va uniendo, creando unidad entre los fragmentos. Ya no hay mil yoes. Hay un sentimiento muy grande. Eso es amor, amor que nace de lo íntimo, no amor conceptual. 

Junto al sentir está ese centro del que tantas veces hemos hablado. El centro se siente dentro, es físico, es mental, es emocional. Su eje es la columna vertebral, todo el sistema nervioso. Su centro, el corazón, que nos late y late el mundo. Sus pies, la realidad del enraizamiento. Su espíritu, el hálito que respiramos. Su cielo, esa mente que, penetrándola, te muestra el silencio que todo lo invade. En el silencio siento, veo y amo.

Un sentir, un centro. Sumemos más cositas: la presencia, que es un estado de ser. Es decir, el ser, aquello que no es los mil yoes, se va manifestando. Uno es consciente y, como digo a los alumnos, todo es excusa para alimentarlo. Vivir, no tan perdido en las vaguedades de una mente ansiosa o profundamente egoísta, anclada en pasados dichosos o sufrientes, o proyectando vaguedades que alimentan alguno de aquellos yoes. Vivir siendo. Vivir educando la atención en tu hilo de la existencia. Vivir estando es lo mismo que vivir amando.

Un sentir, un centro, la presencia. Sigamos sumando: si soy, si siento, si estoy centrado, si hay un corazón, nace entonces la entrega. Simplemente te entregas, nada más. Te rindes, sin más explicaciones. En calma eres, y eres dando como eres. No hay momento, hay entrega. Rendido solo cabe sonreír, dichoso. Es una sonrisa que nace y evoca el corazón.

Un sentir, un centro, la presencia, la entrega. Todos ellos son una realidad. Todos podemos acceder cultivando con atención el jardín hermoso, respetando con profunda reverencia lo que somos.

¿Somos? Somos, somos todos.

"Gracias, pan; gracias, panadero; gracias, transportista de pan; gracias, agricultor; gracias, semilla; gracias, tierra;  gracias, lluvia;  gracias, aire."




sábado, octubre 24, 2015

Pequeños modos de desentrañar himsa o la violencia



 Pequeños modos de desentrañar himsa o la violencia


posted 24 de octubre del 2015

Himsa es la violencia. Ahimsa es la no violencia. Cuando hablamos de yoga procuramos habitualmente en estos comentarios destacar que el planteamiento suele ir de lo grosero a lo sutil, es decir, de lo más vasto a lo más imperceptible.

La violencia se puede ejercer gritando, pegando, haciendo daño de un modo claro, pero, en este caso, vamos a tratar sobre nosotros mismos, y luego pondremos algunos ejemplos de ejercer la violencia hacia otros.

En yoga nos interesa vernos a nosotros mismos, pues en la comprensión de uno mismo se encuentra la comprensión del conjunto. 

Sobre los modos en que nos ejercemos violencia, pondré algunas anotaciones, que ya iremos ampliando, junto a ejemplos de fácil entendimiento:


· La mente es el principal actuante, por lo que hay que aprender a observar la mente. Hay que aprender a observar los pensamientos. Hay que aprender a no identificarnos con todos los pensamientos que nos vienen a la cabeza. Hay que ganar "distancia" con ellos y, de este modo, surge la oportunidad de elegir.
Ejemplo: a la mente me viene: "Soy tonto, y encima estúpido, nunca me sale nada bien". Posiblemente, si reitero eso una y otra vez, efectivamente mi autoestima se verá afectada.

· De los pensamientos que nos vienen a la mente hay que dar nombre a los pensamientos que nos hacen daño a nosotros. Suelen ser pensamientos negativos, reactivos, tóxicos. Al darles nombre, nos damos cuenta. Al darnos cuenta les damos luz. Al darles luz van perdiendo fuerza. Al perder fuerza, y ganar esa "distancia interna", podemos focalizar nuestra atención hacia otro tipo de pensamientos.
Ejemplo: "Todo es una mierda, me duele todo, estoy harto". Ahora desmenuzo y le doy nombre: "llevo seis meses sin parar de trabajar, no me doy pausa". Ahora focalizo adecuadamente: "No todo en la vida es trabajar, mi familia es importante, mi vida es importante, voy a empezar  a darme descansos para mí y los míos, así disfruto yo y los que amo".

·Nos hacemos daño también alimentando una imagen sobre nosotros que no se corresponde con nosotros. La propia sociedad, el entorno, los más cercanos, nosotros mismos vamos fijando una imagen que simplemente no somos. Yo llamo a eso vivir "bajo una imagen solidificada".
Ejemplo: una niña lleva oyendo toda su niñez: "no vales para nada, eres una inútil". O un mensaje social muy común: "solo vale el éxito, todo lo demás es un fracaso y tú eres un fracasado". O el típico: "Soy culpable" o "eres culpable".

·Los automatismos también ejercen violencia. Al vivir en muchas ocasiones bajo la rutina de lo conocido, sin una adecuada reflexión, entramos en espirales insalubres y densas, que no nos dejan vernos.
Ejemplo: "Para que le voy a dar un beso todas las mañanas o un abrazo todas las noches si vive conmigo; que lo haga él o ella". "Yo no quería este regalo en mi cumpleaños, estas flores, yo quería un fin de semana en el extranjero, menuda mierda de regalo".

·En los tiempos que vivimos, donde la inmediatez parece tan importante, esta se convierte en un generador de violencia al producirnos permanentes sensaciones de inmediatas respuestas, rompiendo la unidad interna y fragmentándonos.
Ejemplo: "Suene a la hora que suene, esté donde esté, siempre tengo que contestar el móvil o el whatsapp". Añadiría una coletilla: "Si no, no existo". 

·El cuerpo está unido a la mente y ambos se alimentan y nutren. Una mente insana nos dará un cuerpo enfermo. Un cuerpo sin atención nos da una mente dispersa. 
Ejemplo: "Tengo que hacer esto, tengo que hacer lo otro, tengo que hacer esto, tengo que hacer lo otro, tengo que hacer esto, tengo que hacer lo otro...” ad eternum.

·La alimentación no adecuada  produce violencia en los órganos internos. Cuanto más artificial, más rápido o no correctamente cocinado me alimente, más violencia nacerá.
Ejemplo:  Estoy en el supermercado: "Me voy a llevar tres arroces con tomate con huevo, dos de spaguettis de carne a la boloñesa, tres bocadillos de tortilla, y un gazpacho ya hechos y envasados, eso de cocinar es una pérdida de tiempo y yo, claro, no tengo tiempo de nada. Además, son de una buena marca, los preparo en un pispás y están buenísimos"

Ya seguiremos. Suelo comentar en clase que vamos a notar una progresión en yoga en cuanto note que en mi vida no hay tanto conflicto.

La violencia está ahí, no va a desaparecer, pues todo se complementa y equilibra. Eso sí, si vamos aprendiendo a vernos para dar luz, las sombras nos harán menos daño,  a nosotros y a los demás. 

Y sí: es posible vivir una existencia más dulce o amorosa, y hay modos de cultivarlo, es decir, de cultivar la no violencia. Pero eso es otro artículo.



Artículos escrito por Carlos Serratacó

Notas sobre Ahimsa o el amor


Notas sobre ahimsa o el amor

posted 24 de octubre el 2015

Ahimsa es el amor y, por tanto, su comprensión implica penetrar en la raíz. El amor como tal no puede ser un concepto. En yoga surgen cualidades, surgen brotes, surgen sentires que nacen del contacto con lo íntimo de uno.

Penetrar en la raíz es desentrañar la confusión. La confusión nace,  por un lado, de los símbolos imperantes; por otro, de la mente de por sí confusa.  Y confusión es confundir el amor.

En ahimsa uno va sintiendo que se ama. No es el ególatra que se ama. Es el hombre o mujer que como ser viviente y, en este caso, como ser humano, se ama. Eso es algo muy grande, porque al amarte amas la vida, amas lo visible y lo invisible. Simplemente amas.

Amas al otro, amas al refugiado, amas al vecino, amas a tu jefe.
Amas a la hormiga, al elefante, a la flor.
Amas el aire, la marea, la luna.
Amas al hombre, a la mujer, al niño, a la niña.
Amas al pez, a la roca, al cincel.
Amas
Y al amar, eres.

Es decir, la raíz no es una etiqueta, ni la construcción superflua, solo es.

Como el corazón es siendo.



Artículo escrito por Carlos Serratacó

miércoles, octubre 07, 2015

Jugar a conocerse a uno mismo



Jugar a conocerse a uno mismo


El yoga es un camino que nos ayuda a conocernos como seres humanos. Dentro del yoga hay una serie de temas que hay que ir trabajando para que se vayan revelando aspectos íntimos de nuestro interior que solo se logran con un amoroso y disciplinado esfuerzo de atención, de entrega y de constancia.

La primera batería de preguntas sería: ¿me conozco a mí mismo? ¿Conozco cómo soy, o cómo es mi cuerpo, o cómo es mi mente? ¿Conozco cómo respiro? ¿Reconozco mis emociones y sé interactuar con ellas? ¿Me siento pesado por los sufrimientos? ¿Me siento ligero, sin demasiadas preocupaciones? ¿De qué depende todo aquello de lo cual estoy preguntando, o no depende de nada y va a su bola? ¿Es la vida tan hermosa como dicen?

Por otro lado, la vida es incertidumbre y se encuentra llena de fluctuaciones. Por lo tanto, aquello que creo que me reconozco, la propia incertidumbre lo desarma, pues a veces nos cuesta adaptarnos a tanto cambio.

Muchos de nuestros problemas se derivan de que no somos conscientes de que la vida es incertidumbre, que todo muta, y nos cuesta mantener presencia ante ello.

También está el hándicap añadido de que nos cuesta reconocernos conscientemente y luego mantener cierta presencia o diálogo con nuestra propia consciencia. Es decir, nos cuesta profundizar fuera del pensamiento o rutina superficial.

En fin, demasiados jaleos para este breve artículo.

La práctica del yoga nos ayuda mucho a comprender algunas de las preguntas que planteo. Aprender a estar atento a uno en la postura me permite reconocerme, quererme, me enseña que es posible observarme sin sentirme identificado con todo aquello que me viene a la mente, me ayuda a penetrar en las diferentes capas de realidad que mi propia mente va creando para profundizar hacia una realidad más pura, más real: lo que yo soy. 

En clase vamos realizando posturas, entre ellas se ayudan y se compensan. Por ejemplo, en apariencia subo un brazo, lo bajo, y estoy atento a ese acto; o realizo una flexión hacia delante y luego una retroflexión suave hacia atrás. Bien, todo ello, en realidad, mueve internamente mucho más de lo que parece. Por ejemplo, mantengo la postura en la estática; bien, pues cuanta más conciencia tenga, mas me daré cuenta de que internamente dicha estática mueve hasta el último ápice de mi ser, solo con el suave movimiento de la respiración. Es decir, tras la realidad aparente, hay una realidad más penetrante.

Para empezar a encontrar respuestas es hermoso preguntarse: ¿cuál es mi intención? ¿Qué quiero del yoga? Pues en base a la intención de mi interior, de la energía que ponga en mí, van a ir apareciendo las respuestas, lo mismo que cuando florece una flor.



Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva

miércoles, julio 15, 2015

Yoga y dolor


 Yoga y dolor


posted 15 de julio del 2015


Hay algunos alumnos y alumnas que me han comentado cómo vivir el yoga teniendo un dolor crónico o dolores corporales.

Hay varios tipos de dolor, por ejemplo, en postura, y este dolor no tiene nada que ver con la consulta que nos han hecho:

Podríamos empezar diciendo que hay tipos de yoga donde se fuerza al alumno para ir rompiendo sus límites, y mucho de ese camino se hace bajo el dolor. Yo no creo en ese camino a pesar de que hay maestros extraordinarios que lo han seguido, como por ejemplo Iyengar, que justifica una y otra vez en sus memorias dicho camino. Personalmente he practicado y estudiado mucho a Iyengar, y lo sigo haciendo, igual que estudio y practico a otros maestros, pero una cosa es que los estudie y otra que no tenga capacidad crítica basada en mi experiencia, pues cada uno tiene su camino, y todos los caminos son respetables, y es hermoso vivir y buscar tu propio camino interno. Iyengar nos ha dejado tantas cosas extraordinarias… pero jamás en mi clase llevaré a un alumno a su tope aunque él mismo quiera. Creo en el camino del amor, y con amor, uno crece, y si el yoga que practico es amor, aprenderé a respetarme, y a amarme y, a partir de ahí, como hemos dicho tantas veces, todo se expande, desde ese núcleo amoroso, más intenso, menos intenso, como quieras, pero con amor.

Dicho esto, pues luego recuperaremos al maestro Iyengar, diré que vivir con dolor, cuando se trata de un dolor fuerte, sea estable o esporádico, es algo muy duro. Aquí el yoga con toda su enseñanza nos puede ayudar muchísimo. Es duro porque, en primer lugar, si ya de por sí nos cuesta entrar en contacto con lo íntimo de nosotros, con dolor es más complicado, es un andar tortuoso incluso sentirte.

Luego hay un martilleo constante dentro de nosotros de no aceptar dicha situación, hay algo dentro que no acepta la situación. Hay casos en los que lo único que te apetece es lanzarte por el balcón.

Como vemos, es un drama. El yoga, con su práctica, nos enseña a desdramatizar. El dolor en sí es objetivo, sea grande o pequeño, pero es objetivo, sea en oleadas o sea estable. El dolor con su poder de dolor chilla y la mente solo tiene atención a ello. Eso provoca que el dolor, que es objetivo en su propia escala de dolor, se multiplique, es decir, amplifique su chillido, y todo ello suma más sufrimiento.

Hemos nombrado ya algunas palabras que vamos a profundizar, por ejemplo, la palabra aceptar. Creo que es esencial aceptar la realidad de lo que vivo. Eso, aunque parezca mágico, va a quitar gran parte de ese dolor de más que no es el objetivo y eso, empíricamente, es algo muy valioso. Por otro lado, fuera del ámbito corporal de dolor concreto, mentalmente nos va a quitar una gran carga, nos va a abrir ventanas, nos va a  permitir que entre aire fresco.  Y aquí entra en juego la segunda palabra: desdramatizar.  No es lo mismo ver la situación en calma, con la mente en calma, que con la mente chillando y fragmentada, por lo que, tanto la práctica de yoga mediante posturas suaves de acorde al dolor, la  práctica de respiraciones suaves de acompañamiento, o solo respiraciones completas, nos van ayudar mucho, y la meditación, vista desde esta óptica, nos ayuda a vaciarnos y renovarnos, y la meditación es santa pues todo lo calma y lo pone en su lugar. Todo ello nos irá apaciguando y, con ello, insisto, el dolor sobrante ira menguando.

Otro modo de atajar el dolor es jugar con la atención, y traer mucho la presencia. Esto quiere decir, por un lado, que todo muta, es decir, la vida está en continuo movimiento, nada es estable, salvo el espíritu, y eso es una baza muy importante de esperanza. Es decir, si por la mañana me mata el dolor, pero yo no le doy toda mi atención aunque chille, y pongo pequeñas gotas de atención a otros aspectos de mi vida, de atención, de atención, aunque sea la cosa más pequeña, pues ya estoy saliendo un rato del túnel. Si vas sumado ratos, eso ya suma un buen rato, y si sigues sumando ratos posiblemente llegue un momento que el dolor no esté, y ni sea tan protagonista, y ya no es de mañana, es por la tarde.

La presencia es estar presente, pero si voy practicando el ser soberano de mí, la atención la voy llevando donde quiera, es decir, la saco del perímetro ya conocido de sufrimiento, y son esas pequeñas atenciones, más eso tan hermoso de que la vida es incertidumbre, lo que da fuerza a mi esperanza de que todo va ir cambiando.

La mente nos ata como ese niño que está atado en la foto y cree que nos puede tener ahí en lo alto chillando. Pues no, y cada momento puede ser un momento de práctica para ver, sentir el dolor desde otra perspectiva que no sea la de ser su esclavo,.con todo lo que ello comporta hacia los seres que amamos y que sufren al vernos sufrir. Por eso es importante coger el toro por los cuernos, y penetrar poco a poco en nosotros y ver de cara ese dolor objetivo y, una vez visto y sentido en su exacta escala, usar los medios que en este caso nos da el yoga para cambiar la situación en todo lo que mejor sepamos hacerlo.

Es importante entonces calmar el cuerpo. Aquí volvemos a Iyengar, quien introdujo todo el tema de soportes como ayuda en las posturas. Usados esos soportes desde un modo amoroso, paciente y comprensivo podemos calmar  mucho el cuerpo. También podemos "fijar" el cuerpo en la estática gracias al soporte, lo que nos quita esfuerzo físico y nos ayuda a mantener más tiempo la postura. Eso permite que las zonas afectadas irriguen mejor, que nuestra respiración se mantenga estable más tiempo, con todo lo que ello significa a nivel interno.

Cualquier soporte es bueno: un sofá, una cama, un cojín, lo que sea, juguemos a ser imaginativos, experimentemos, confiemos, pues como lo hacemos con amor, no cabe dañarnos, solo conocernos con respeto.

Incluso en cualquier postura en la que nos sintamos bien escuchando el cuerpo, sin soportes, nos vale. Y si nos tumbamos en la cama con las manos en el abdomen sintiendo solo el subir y bajar de dedos, también es maravilloso,  pues estás practicando una respiración completa, y no es lo mismo la mente con una respiración alta que completa, es decir, todo nos resulta útil al escucharnos desde otra perspectiva, pues si nos escuchamos, los chillidos menguan.

Soy de la opinión de trabajar la periferia para llegar al núcleo, es decir, si tengo un dolor intenso en una zona concreta, explora la periferia, hazte amiga de ella, así cuando llegues al núcleo todo lo que te rodea será tierra amiga, no tierra hostil.



Artículo escrito por Carlos Serratacó

miércoles, julio 08, 2015

Sigamos hablando del yoga en casa: las resistencias


Sigamos hablando de yoga: las resistencias

posted 8 de julio del 2015

Vamos a darle un poco de continuidad al artículo de ayer.  Muchos me habéis pedido que os comente algo más, bien, ahí vamos.

Comentamos, entonces, ayer los esbozos de algunos puntos a la hora de disfrutar de nuestra práctica de yoga en casa. Decíamos en el primer punto aquello de quitarnos el miedo a la práctica, ver de cara las resistencias, sentirnos. Aquí hay un tema que me gustaría ampliar pues me parece que nos puede ayudar bastante. Es el tema de las resistencias.

5) Las resistencias u obstáculos en la práctica.

Es un tema muy interesante y enriquecedor. Decíamos que el no ponerme a practicar poniéndome mil excusas era una resistencia.

Supongamos que hemos pasado ese primer obstáculo y ya practico en casa. Maravilloso, ahora empieza lo divertido.

Supongamos que ya logro estar un ratito conmigo sintiéndome. Por ejemplo: estoy simplemente sentado con las piernas abiertas en la esterilla. Solo eso. Si no estoy acostumbrado a esa postura, puedo prepararla con un tadasana; luego, en dinámico suave con varias repeticiones, un uttanasana, un prasarita padottasana, un parsvottanasana, manteniendo luego un poco la estática en cada una de ellas, todo de un modo regulado y, si me hace falta, con soportes.

Sentado entonces, piernas abiertas. Claro, lo primero que me viene a la cabeza es que tengo que irme hacia adelante y bajar. Bien, esa es la primera resistencia. En realidad, es una proyección habitual: llegar corriendo a la supuesta meta cueste lo que cueste. Vencer esta primera ansia u obstáculo es centrarnos, centrarnos en el cuerpo. ¿Cuál es la primera realidad de mi cuerpo si estoy sentado? La primera realidad es que estoy sentado. ¿Dónde? Sobre mis posaderas y mis piernas. Es decir, el primer punto de atención es sentir todo aquello que se apoya. Con ello he vencido una resistencia importante que se llama "vivir en la postura proyectando, haciendo camino sin andar ni sentir", y de ello nacen varias cualidades, por ejemplo, sentir que estoy enraizado. Eso significa sentir que mi cuerpo en su solidez, al ser materia y, gracias a la gravedad, nace de mis posaderas y de mis piernas. Si hay unas raíces sólidas y creíbles, pues son mi realidad; y las abono bien, las flores nacen por doquier.

Todo esto parece un párrafo de chiste, pero no lo es. Es muy importante y, si vamos comprendiendo el enraizamiento, de esa comprensión nacerán otras cualidades y otras comprensiones, por eso es un primer obstáculo importante: "que la avidez de la mente no te saque en su proyección de donde estás; estás sentado sobre tus maravillosas posaderas".

Ese primer punto de atención siempre ha de estar presente y, con ello, ya has traspasado otra resistencia que es el estar distraído. Y nace algo hermoso, el estar presente en ti; con eso ganamos otra cualidad: la presencia.

Entonces me siento enraizado. Eso ya de por sí está moviendo fuerzas, vectores de energía, de los diferentes músculos, de órganos, de huesos. Es tan simple que de ahí radica la paciencia de su comprensión, como que el cuerpo quiere la vertical y con las piernas abiertas se muestran tensiones que habitualmente no sentimos pues no estamos en escucha.

Estas cualidades están ahí vivas en todo momento si mantengo la luz en ellas, la luz de la atención.

Ahora vamos a movilizar esos vectores: mis piernas son dos diagonales en cuyo centro o vértice nace la columna vertebral que crece, pues nos sujeta en la tierra hacia el cielo.

Entonces siento mi respiración, mantengo mi atención en ella. Este es un obstáculo vital: tengo que aprender a relacionarme con mi respiración de un modo pacífico, observándola, sintiendo cómo me recorre; respetándola; y ella se hará amiga mía y me llevara con su inteligencia hacia aquellos lugares dentro de mí que no conozco, será mi guía, mi maestra, mi apoyo y me dará claridad a lo confuso.

Para empezar, nos vale con mantenernos estables observando la respiración. Por tanto, mente en calma, cuerpo en calma, respiración en calma. Llegar a ese estado nos puede llevar muchos momentos de práctica y muchas resistencias que hemos de ir penetrando.

El penetrar en nosotros mismos supone que nos vamos comprendiendo y que vamos entrando hacia lo esencial que vive y palpita en las profundidades de nuestro ser. La mente ya no es tan protagonista, observa pasiva por un lado sin buscar ser la reina, pero nos ayuda con su sapiencia, con el hilo de la respiración, a ir abriendo espacios, descubriendo territorios olvidados o páramos vírgenes que habitan en nosotros. El cuerpo se va acostumbrando a que lo sintamos, no que lo imaginemos. Con paciencia vamos viviendo un cuerpo que se calma y que chilla muchas veces al querer recorrerlo por dentro. Pero chilla por desconocimiento, está acostumbrado a eso, a vivir en la propia comodidad de sus tensiones, al vivir imaginado.

Nos entregamos, nos respiramos y el cuerpo nos va aceptando.

Desde esa propia postura de estar sentados con las piernas abiertas podemos jugar en varias direcciones y experimentarnos, buscando el espacio de ser nosotros mismos: sentir cómo la respiración nos sube a la vertical en la inspiración; dejarnos mecer suavemente al espirar en la sutil caída de la columna. Movernos en círculo sobre la propia columna, batiendo el sacro. Direccionar el cuerpo hacia la pierna derecha y usar las manos en sus movimientos hacia el suelo como dos pequeños cerebros con corazón que nos mueven diferentes vectores dentro de nosotros. Ir hacia delante apoyando las manos, moverlas en círculo dibujando corazones. Sentir cómo nos moviliza hasta la entrañas. El juego de las asanas es interminable; la vida lo es.

Y todo ese camino es ir arando la tierra que somos, regándola con intención y amor, con voluntad. Si persistimos va surgir una inteligencia interna, una voluntad férrea, un abandono feliz, y tocaremos con la yema de los dedos nuestro espíritu.


Llegará un punto en que disfrutarás con las resistencias, te darás cuenta que eso es un elemento más de tu vida, y que parte de tu crecimiento interior radica en trabajarlas. Me pregunto: si en una hermosa y simple flexión hacia delante me asusto ante mis tensiones, ¿qué hago normalmente en mi vida con el juego de tensiones o resistencias que me trae la incertidumbre del vivir?

Todo tiene sentido en el yoga, en realidad. Cada resistencia que traspasas te lleva en un camino directo y ancho hacia la realidad de lo que eres. Es decir, vas traspasando diferentes realidades y tu percepción se va afinando, hacia una realidad última. Allí estás tú.














Artículo escrito por Carlos Serratacó


jueves, julio 02, 2015

La práctica cotidiana de yoga en casa






Cuando uno lleva ya tiempo practicando yoga, o realiza algún curso de profundización, o de formación en yoga, surge una llamita dentro de uno que le invita a practicar en casa. Por otro lado, el profesor insiste mucho en ello. Uno empieza practicando posturas, y ese foco se va ampliando hasta que todo en lo cotidiano es simplemente yoga: la postura era la excusa para darte cuenta, para verte y, a partir de ahí, todo se expande.

Vamos a comentar un poquito las ventajas que me puede dar una breve práctica en casa.  Lo realmente interesante es que esa práctica son como escalones, es decir, según practicamos, las ventajas van creciendo, pero para eso hay que ser paciente.

1. Quitarse el miedo.---------------------------------------------------------------------------------------------

Creo que sería un buen primer paso aprender a no tener miedo, es decir, "creo que no sé qué posturas de yoga he de hacer  a pesar de estar practicando desde hace tiempo en clases de yoga, y me da miedo no saber hacerlas o hacerlas mal". En realidad eso es una "resistencia" para no practicar.

 ¿Sabéis qué es realmente hermoso? Empezar y darte cuenta que ese poquito cada día me hace sentirme bien.

Siempre he creído que las posturas de yoga no se hacen bien o mal, simplemente las sientes en tu búsqueda. En clase, con el profesor, él te indica la dirección de la búsqueda, pero tú en casa, tú eres responsable pleno de tu camino, eso es maravilloso.

En realidad sí sabes. Además, solo has de colocar tu esterilla, o una toalla o ponerte encima de la alfombra y empezar a "sentirte"; déjate llevar, tu cuerpo es sabio.  Solo estate atento a tu cuerpo y tu respiración, la mente poco a poco tomará un papel no tan activo, y te dejará ese espacio de disfrute nuevo que te ofrecen tu cuerpo y tu respiración.

Tómate tiempo para disfrutar, no tengas ninguna prisa y trata de huir desde el primer momento de la competitividad o el afán de querer llegar a algún lado en la postura. Esa no me parece una buena idea. Creo que el camino es "tener tu pequeño espacio para sentirte y experimentarte", y ya está. Y nadie tiene la potestad para decirte que tienes que llegar al suelo con la punta de la nariz. Ahí estaría actuando la mente que juzga y compite, y me parece que lo primero que dijimos es que escucharas a tu cuerpo.


2. Ser constante y disciplinado.---------------------------------------------------------------------------


En realidad, si eres constante, ya has abierto un hueco importante en tu vida donde penetras en calma y donde te recorres sin tanta manipulación ni colonialismo exterior. Es decir, te habitas, te vives.
Y cuando a uno le ocurre eso, se da cuenta de que la constancia resulta esencial. Pues para estar vivo hay que ser constante y disciplinado, si no la vida se te escapa entre los dedos entre tanto ensueño.
Todos los días, un poquito de práctica. Solo un poquito. Sin proyectar, sin pensar en el futuro.
Solo tú, y tu presente, en la práctica.

Para ello es muy importante ser disciplinado, ¿esto qué quiere decir? Ante todo quiere decir que hay que ser amoroso, pero firme, pues al cuerpo, a la mente se la está educando para domarla, y como decimos por estas tierras: "el cuerpo es muy perro". Pues eso, hay días que te levantas y no te apetece practicar, pero es que la cuestión no es si te apetece o no, "la práctica es la práctica" una vez que has iniciado tu periplo yóguico.

Esto de la disciplina implica una comprensión importante de los yamas y niyamas, por ejemplo, "Tapas", que es el trabajo interno, el fuego que quema las impurezas, el aspecto austero, simple y limpio de la entrega en la práctica. Próximamente os hablaré de "tapas". También resulta importante "ahimsa", la no violencia es esa práctica. El amor al realizarla. O "Santosha", el deleite que te produce todo ello al conectar con tu esencia.

3. Atención a los cambios y a la escucha.---------------------------------------------------------------

Uno va cambiando, es decir, todos los días uno no está igual, yoga es cambio, y en esos pequeños momentos que dedicamos a la práctica resulta indispensable escucharse, sentirse, ser consciente de los pequeños cambios que se producen en nosotros.

Y desde esa entrega en escucha, en alerta interna, vamos modificando la práctica. Es decir, ir cambiando la práctica supone realizar pequeños gestos, ligeros cambios en las posturas que vamos realizando. 

Hay que tratar de no ir automáticamente a realizar posturas. Creo que lo adecuado es realizar pocas y con sentido y con sentimiento, y sobre ellas ir realizando modificaciones y, luego, ir cambiando según aprendamos a escucharnos.


Mover una mano en una dirección, o en otra; mover una pierna, mientras que otra se mantiene en la estática. Me lo estoy inventando, pero son pequeños gestos que modifican una postura. Por eso es importante investigarse, para seguir ahondando.

Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Asociación Onubense de Yoga
Julio 2015



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