viernes, junio 10, 2016

Las pequeñas rendiciones son una gran rendición


 Las pequeñas rendiciones son una gran rendición


"Cada uno tiene su experiencia al caminar"

Llega un momento en el que al practicar postura siento que he de rendirme. Eso es porque la intención que he puesto al realizarla, la dirección que le he dado desde lo interno es eso, entregarme.

¿Rendirme a qué?
A mí mismo.

¿Para qué?
Para profundizar en mí.

Hubo un tiempo en el que iba al límite. Supongo todo tiene su evolución y, simplemente ahora lo veo de otro modo, no es mejor ni peor, es simplemente que sentía que había algo más, y si cambiaba mi actitud interna iban a surgir otras comprensiones de lo que soy.

Y así ha sido. Todo ha cambiado, y como normalmente el yoga empapa mi cotidiano, mi vida diaria se ha ido nutriendo a la vez de dichas rendiciones, estas pequeñas entregas.

La personalidad es necesaria, nuestra imagen que tenemos de nosotros, nuestras ideas, nuestras verdades… pero me preguntaba, ¿y detrás? ¿Qué hay detrás? ¿Cómo puedo atisbar un ápice de lo que hay detrás? ¿Cómo trascender todo lo que creo que soy?

Desde el puesto de observador, por ejemplo, en la meditación, te das cuenta de la impermanencia de todo aquello que crees ser.

¿Y que siento cuando me rindo? Al principio siento dolor, pues hay que ir hacia el corazón, y según se van deshaciendo como un azucarillo todas esas capas que cubren mi corazón, duele más, y cuanto más me rindo, más me duele. Luego, me apaciguo.

¿Es esto algo malo? Para nada: es hermoso. Ahora mi trabajo interno es seguir andando, nada más.

Mis pequeñas rendiciones en lo cotidiano implican una retirada amorosa en aquellas situaciones donde habitualmente se generaban pequeños bloqueos. Normalmente funcionaba repitiendo las mismas situaciones y eso me producía los mismos resultados. Todo suele repetirse bajo diversas capas de camuflaje, pero si somos constantes nos daremos cuenta de la profundidad de las impresiones mentales/emocionales/reactivas, y el yoga me llevaba de la mano para salir de ese cruce de caminos, para seguir caminando.

Rendirme ya de por sí me ha llevado hacia una apertura mayor, y lo más difícil, pero solo al principio, es rendirte hacia el otro. Rendirte ante el otro es una situación muy bella, abre puertas inimaginables, abre espacios nuevos en ti mismo y en la otra persona, espacios que son lienzos en blanco, y son humildes, pues la rendición impone humildad ante lo que sientes y humildad de escuchar la verdad del otro.

Pues simplemente decido que no tengo verdad, que lo que pienso no es tan importante, ni lo que creo ser, ni nada que me cree una línea de separación contigo, o con el mundo, o con el vecino.

En la rendición que siento prima el conjunto y, claro, todo esto que estoy escribiendo, en la sociedad actual, resulta complicado. Rendición se comprende como sumisión, y lo que cuento no lo entiendo así.

El yoga me ha ayudado a vaciarme de mi historia personal, de mí mismo y, sobre todo, de dejar de luchar por todo eso, de luchar demostrándome hasta la muerte, y de creérmelo.

Solo siento que ahora ando algo más ligero, y  que se va fortaleciendo otra comprensión de ese "mí mismo", nada más.


Artículo escrito por Carlos Serratacó
Escuela de Yoga y Conciencia
Huelva


sábado, junio 04, 2016

Los artificios y la fuente


 Los artificios y la fuente

posted 4 de junio del 2016


La observación de uno mismo nos muestra, y ese es un hermoso trabajo interno: verte.
Uno con el yoga va aprendiendo a verse, prefiero decir, observarse.
Para observarse hay que generar unas condiciones; la principal: aprender a observarse en calma.
La calma abre aquello que es estrecho, que era lo poco que observaba de uno.

Lo poco que observaba de mí, me doy cuenta que es un artificio.
Al observar la vida, observo que los artificios crecen y desaparecen,
como las nubes impulsadas por el viento.

Si persisto en observar en calma,
me doy cuenta de la facilidad de la distracción.
¿Quién soy yo?
¿Un fugaz artificio distraído?

Profundizo.
La calma se derrama.
El silencio le acompaña.
Aquello que observa no se cansa de observar.
¿Será algo estable?

Nací desnudo.
Y me paso la vida vistiéndome con mil ropajes.
¡Qué cansancio!

Y ahora, otra vez desnudo.
Frágil, vulnerable.
Mi mirada me muestra.

Todo el día con sed,
y bebo agua.
Curioso:
 me encuentro inmerso
en un mar infinito
salado.


Miro arriba y abajo
a derecha y a izquierda
y, por más que miro,
Resulta que no hay
ni arriba
ni abajo
ni derecha
ni izquierda.

Las golondrinas dan vueltas y vueltas
chillando de felicidad.
No se preguntan:
¿porqué doy tantas vueltas?
Simplemente
disfrutan
sin disfraz.


Artículo escrito por Carlos Serratacó

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